martes, 27 de marzo de 2007

Cuando levantó su cuerpo, que mantenía apoyado sobre su hombro en el robusto marco de la puerta, Clodoveo se dirigió con firme paso a través del amplio estar, con la mirada en busca de algún gesto asentivo de su su convidado, hasta detenerse súbitamente en el centro geométrico de la habitación y extender su cabeza en un movimiento de latigazo de su cuello dejando su rostro en dirección al techo y permaneciendo con su mirada fija en la, si bien voluminosa, rústica y hasta austera araña que pendía sin oscilaciones. Desde el extremo opuesto al ingreso de esta estancia de la casa que Clodoveo había decidido recientemente destinar a las ásperas e interminables charlas que mantenía con personas de su estrecho círculo social o, tal vez, ocasionalmente con seres que el mismo reconocía en oportunidades dudar recordar el momento en que accedió a complacer su propio deseo de invitarles a su domicilio en busca de nuevos y radicales puntos de vista en provecho de sus extranias incursiones intelectuales, se encontraba sentado en actitud hesitante el joven Barcelona, quien había recibido su nombre en gracia de su padrino porque afirmaba éste que el futuro de su ahijado se encontraba en esa región y quien, mientras contemplaba la prominencia laringea sobre el pálido cuello de su anfitrión al mantenerse firmemente erguido y con la vista vaga en dirección a la única fuente de luz del lugar, pudo evidenciar la humedad de sus manos al deslizar torpemente la palma de una contra el dorso de la otra, con la que en un instante previo había constatado el manifiesto sudor transcurriendo por el contorno de sus facciones.
- Amigo mío, esta es la noche a partir de la cual esta luz que fijamente admiro, será en el futuro solamente una huella en los sinuosos trazos del camino que ése, mi gran enemigo, me permitió recorrer en facultad de su dominio sobre el género humano que me es propio - meditaba Clodoveo - Esta es la noche donde todos los sufrimientos impuestos a mi especie por él, serán resumidos en la mínima expresión del máximo y más legítimo hijo del fruto del encuentro entre el uso de la razón y la, sin dudas, más sufrida especie del reino animal: el deseo de libertad, el deseo que permite a la pequeña existencia del individuo humano, en si mismo y casi como definiendose por su antítesis, repudiar cualquier intento de restricción a si mismo, a ese deseo.
Barcelona hizo un gesto separando el extremo de su mano de su cuerpo velozmente, como queriendo alejar un insecto que merodeaba en las cercanías de su cuerpo y dijo - Mirá, vos sabés que yo no soy del tipo de persona que disfruta en decirle a la gente lo que tiene que hacer, pero me parece que tenés que aflojar un poco con todo esto, querido, pensá lo que te digo, los seres humanos nos manejamos dentro de lo que es una sociedad, te guste o no, y la sociedad se rige en el marco de un estado de derecho, entonces sea lo que sea que estés pensando hacer y que no se por qué sospecho está orientado hacia lo violento por el tono psicopático que acabás de emplear, te pido que duermas un poco para que busquemos la forma de que te aproximes a la felicidad. Y ya que hablamos de felicidad, dejame decirte que ese es es el sentimiento que me produce escuchar lo que me contaste y saber que has canalizado todo lo malo que percibe tu ser en la representación de tu "peor enemigo", pero no te veo bien, y te conozco hace poco pero, por lo que se no hubo otra etapa de tu vida en la que tengas este tipo de salidas. - Apagá el cigarro que tenés en el cenicero y andate - fue la respuesta de Clodoveo. (continuará...)