miércoles, 12 de marzo de 2008

Pido la palabra: "Sobre las Reglas" (por A. J. Carnevale Boverd)*


Me desperté esta mañana con la sensación de haber caido violentamente en un mundo asfixiante y ardientemente iluminado, un mundo ajeno en el que no se puede hablar porque un dios malintencionado nos quitó el don de la palabra; fue entonces que me pregunté por qué. Unos segundos después mi aguda sensibilidad humana me hizo dar cuenta de que la explicación de todo eso era que dejé abierta la ventana antes de acostarme, que me había caido de la cama y que tenía un buen poco de sábana dentro de la boca. Porque el mundo es así, el hombre es así: ante una situación súbita e inesperada tendemos a explicar los hechos con la mayor incoherencia posible, con el mayor romanticismo posible, y de la forma más sufrida que esté al alcance. Esto me lleva a afirmar que el hombre es precozmente incoherente, y que la coherencia es un orden que viene después del caos. Es así que resultan razonables todas las cosmogonías que describen el comienzo del mundo como un violento gran caos que, por obra de algo superior, adquiere en distintos plazos una coherencia que perdura hasta nuestros días, si hablamos de mi cosmovisión, supongo que eso superior es la razón, ¿suponer es afirmar?

Segundo tras segundo fui cayendo en lo que podríamos llamar "un país de la realidad": la mañana. Ese país donde habitan solamente algunos seres, que tiene sus propias reglas distintas a las de los que tenemos residencia fija en el país de la noche, pero que -generalmente por motivos laborales/académicos- debo habitar temporalmente, así lo siento yo, no estoy seguro del porqué. Luego miré por el blanco hueco de la ventana y pude identificar los árboles, las nubes, y algunos pájaros -pocos- por ahi. Fue así que un ejército de preguntas filosas invadió mi cabeza, a saber:
- ¿El fabricante de Mentiras es el malo de la historia? ¿es el héroe? ¿es un extra? ¿director? ¿qué pito toca en la historia? Si supuestamente es el héroe ¿es una tragedia, una comedia, una épica?
- Si Natalio Ruiz hacía el amor cada muerte de obispo: ¿se convirtió finalmente en un asesino serial de obispos? si esto fue así: ¿por qué no figura esto en la canción? ¿está en otra canción? ¿la escribió Charly?
- Si todas las hojas son del viento: ¿los árboles se las alquilan al viento? ¿cuántas formas de pago están permitidas?
- Si mirás a Charly a los ojos, y su mirada está en otro lugar, y te acercás a él y no te puede lastimar ¿te devueven la guita del disco? Y en consecuencia:
¿Tienen algún tipo de garantía los dichos de las personas?

Veamos el siguiente caso: en una noche de otoño de 1962, un niño de siete años se hizo pis en la cama por no tener suficiente contención en su familia (leyeron bien, no contención de esfínteres, de fa-mi-lia), por no sentir que el acto de orinar fuera de sus pantalones sea algo que encaje en sus propias reglas, las de él, niño de siete años, porque orinarse en los pantalones es algo natural, las reglas las pone él, y no está de acuerdo con las reglas de su hogar, no puede aceptarlas, no siendo esta la primera vez que ocurre. Surgen así al menos dos posibilidades:
a- El niño accede a orinar como y donde es debido, como lo indican las normas de la sociedad, de la cual su familia es parte.
b- El niño con su mundo encima decide no aceptar esas reglas, y continúa orinandose encima, moja la cama, distintos pantalones, el sillón de tapizado marroquí heredado de la poco-conocida tía Fulana, etc. ¿Qué ocurre acá? Cuánto tiempo puede seguir ocurriendo esto, no lo sabemos, pero lo más probable es que el niño acabe por ceder, ya que su ambiente, su sociedad, le traerá grandes gratificaciones por seguir las reglas.

Este es sólo un pequeño ejemplo sobre cómo nos vamos metiendo en un mundo y aceptando sus reglas con una única premisa, que es la de sobrevivir. Las aceptamos porque la supervivencia está más allá de nuestra libertad de conciencia (¡libertad de conciencia!), está más allá de instituciones freudianas como el superyó y otras orientales como el karma, la supervivencia está tan arraigada a nosotros, que la sola idea de un adulto orinándose en sus pantalones mientras viaja en colectivo, o mientras vence a Roger Federer en un torneo de tenis, nos resulta inaceptable, tan arraigada, que yo por decir esto estoy desmereciendo cualquier intención de respeto.

Y es ese el extraño mecanismo mediante el cual las cosas suceden, un mecanismo que está muy dentro-sobre nosotros, y que va más allá de nuestra composición bio-psico-social.

Mi intención es que dediquemos el tiempo que dispongamos a pensar en esto, las reglas, que las aceptemos sí, pero con la conciencia de que también podríamos no. Imaginemos un mundo donde las reglas existen, pero son distintas. No es un mundo con manchas amarillentas en silla de montar sobre nuestros pantalones.

*Chequeado por Míntor A. Bermúdez.

4 comentarios:

La Maga dijo...

Las reglas son una cosa que no me gusta para nada, ninguna de ellas...

Grupo AyA dijo...

Es bueno saberlo.

Renata Beck dijo...

A mi me gustan las reglas que venian con liquido, brillitos y estrellitas, trataré de hallar una para el próximo inicio de clases.

Grupo AyA dijo...

También está la regla femenina, diríase en Venezewela