martes, 30 de junio de 2009

¿El niño mediocre? (por A.J. Carnevale Boverd)*

Estoy leyendo "El hombre mediocre" de José Ingenieros. Supuestamente el libro está dirigido a "las futuras generaciones de jóvenes" "para sembrar y/o fertilizar el idealismo", etc. Es para pensar mucho, si, si. Porque a medida que uno va leyendo se siente cada vez más mediocre (libro no recomendable para gente adentrada en años) y dice: he desperdiciado mis días.

Fue inevitable para mi, a medida que recorría las páginas, que ese viejo y conocido sustrato cognitivo invadiera mi percepción: el pensamiento depresivo. Asi es, pero, lejos de lo que se puede llegar a pensar, el contenido no tenía que ver con mi actual situación, sino con mi pasado. No tenía que ver con ese altisonante llamado a la originalidad, a la creación, puesto que me encuentro, como ocurre -sin motivo aparente- al comienzo de la mayoría de los libros, practicamente "en onda" con el argumento del texto. Al leer que el hombre mediocre simplemente imita, acata órdenes, y se somete a la comodidad de las ideas impuestas por el hombre superior, el hombre creativo, indómito y original, quise preguntarle a Ingenieros: ¿y los niños? ¿qué pasa con los niños? ¿hay niños mediocres? ¿son los hijos de los padres mediocres?

El niño imita, acata órdenes y, cual hombre mediocre, tiene en su infancia la misión de incorporar, transmitir, repetir, defender, lo creado generaciones atrás por los hombres originales; o sea, también tiene su nicho social preestablecido. ¿Es esto así? ¿tienen los niños alguna opción frente a la mediocridad? Como planteé antes, quizás los niños mediocres son hijos de padres mediocres, ya que el niño no-mediocre debería ser creativo, original, y librarse de la rutina, la mediocridad intelectual, la vulgaridad, la rigidez de pensamiento. Por otro lado, si bien el niño no puede sustraerse a las órdenes de sus tutores, quizá no pueda ser tan facilmente condenable como él mismo lo sería, ya en su versión adulta. Ahora, si el niño encontrase alguna forma de insubordinarse, pero a través de finas sutilezas, y escapar así a las imposiciones sociales, pero a la vez convenciendo a sus padres de que sigue su modelo o consiguiendo que los progenitores miren hacia otro lado, distrayéndose, o aceptando por gusto o vagancia las nuevas formas de desenvolverse del retoño, habría sacado al menos una mano fuera de la ventanilla del colectivo que nos transporta sobre las rutas ya hechas de la mediocridad. Hay que abrir nuevos caminos, no es sólo cosa de pavimentar y alumbrar calles ya trazadas, podría pensar este pichón, y sin importar cuáles fueran sus motivaciones, estaría dando los primeros pasos.

Pero mi planteo va más allá, necesito saber cuáles son los medios precisos que posee el infante para desenmarañarse del tedio, cuántos son los medios que dispone la sociedad para evitar que esto ocurra. Muy pocos, es lo más probable; y no puedo dejar de sentirme responsable de todo esto, hay que hacerse cargo, ya en "Sobre las Reglas", dejé la puntita de esto, y creo que la cosa va por ahi, por dónde empezar, y cómo seguir.

Para concluir, varios de nosotros podríamos decir: "Yo tenía un sólido futuro artístico y me comí el bajón."




*Publicación avalada por Rogelio Vindicio Ferreyra

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